Llegar a los postres

Ese momento en el que se despejan los platos de la mesa y queda solo la huella de un buen homenaje. El último brindis por la mariscada, el último trozo de pan para apurar la salsa. Y entonces, la pregunta inevitable: "¿Pedimos postre?". Un instante de duda, miradas cómplices, un par de risas. Claro que sí.

Se despliegan las opciones sobre la mesa como un mapa de tentaciones. Filloas rellenas, finas y doradas, o con un toque de crema. Un cheesecake cremoso, de esos que se deshacen en la boca. Milhojas de nata con su hojaldre crujiente, el equilibrio justo entre dulzura y ligereza. O quizás una tarta de manzana tibia, con ese aroma que envuelve y reconforta.

Los postres llegan y con ellos, una nueva pausa. El tiempo se dilata entre cucharadas, el café humeante, el licor que cierra la comida como un guiño final. La conversación cambia de ritmo, se vuelve más pausada, más cálida. Se recuerdan anécdotas, se hacen planes, se alarga la sobremesa sin prisa, porque no hay mejor forma de terminar un banquete que disfrutando de ese instante en el que todo encaja.

Cada comida tiene su historia, y cada sobremesa la completa. Por eso, cuando llegue el momento de elegir el postre, no lo dudes. La mejor parte de la comida, a veces, es la que viene después.

Patricia Vasco Campos